Maus

Hará ya un par de meses que me gané una bronca terrible por tener arrinconada en un estantería polvorienta de mi santísimo comedor la obra sobre el holocausto nazi “Maus” de Art Spiegelman. Un servidor se había leído el libraco hacía al menos un lustro y la verdad, no lo tenía muy en mente ni recordaba que fuese tan, tan bueno. Así pues, mi querida Violenta recriminó que ese pedazo de novela gráfica estuviera tan marginada y olvidada por mi mientras otros cómics de corte farandulero y pocasolta aunque muy de mi agrado como “Odio” se exhibieran con orgullo en primera fila. Normalmente a la tipa en cuestión no le suelo hacer mucho caso, bueno al que normalmente no le hago ni puñetero caso es a Flush (su querido) y menos desde que el susodicho se fue a vivir al Castell d'En Bisbal dejando así la marchosa urbe, ahora el modernito dice que la movida está en Terrassa, si es que es verlo para creerlo... Pues eso, no suelo hacerles demasiado caso, además son culés a matar de esos fanáticos de los cojones a los que siendo yo un periquito amable y de buen corazón solamente despellejaría, para quemarlos y luego echarlos al fuego. Aún así la muchachácha tenía más razón que un santo, y con algo de malestar, vergüenza, algún que otro remordimiento y poca feina decidí volver a leerme dicha obra, dicho sea de paso que es uno de lo tótems del mundo de la viñeta.

Maus habla de las vivencias sufridas por Vladek Spiegelman durante la supremacía nazi. Vladek es el padre de Art, y Art es el creador de la obra en cuestión. Todo pasa cuando Vladek le explica a Art su historia en los EEUU para que su hijo realice el cómic que yo sostenía en mis manos. Así pues la vida de Art y Vladek en la “actualidad” se mezclan con los recuerdos de este último de una forma brillante, sin juzgar los hechos, solamente centrándose en la narración de su padre. Los personajes de la historia se muestran con rasgos faciales de animales lo que resulta ser muy útil a la narración, los judíos son ratones, los nazis gatos, los yanquis perros, los suecos alces, los polacos cerdos, etc, etc... Si bien la historia original fue apareciendo por entregas en la revista Raw no tardó demasiado en aparecer en dos volúmenes: “Mi padre sangra historia” e “Y allí empezaron mis problemas”. Finalmente apareció todo en un sólo volumen de unas 300 páginas que es el formato que yo tenía olvidado en la dichosa estantería. Lo único negativo a valorar es la nefasta traducción al castellano de la novela gráfica que parece estar hecha por un indio sioux en horas bajas. Por lo demás es una historia acojonante que será devorada de una sentada una vez se haya abierto el libro, así que antes de apoltronaros en el sofá de casa preparaos un buen café con leche y unos crusantitos de esos pequeñicos, alguno de ellos con chocolate si puede ser y ya estaréis listos para pasar un buen rato con esta deliciosa historia que ahora reposa orgullosa en la primera fila de la estantería del comedor, eso sí, junto a mi admirado Buddy Bradley.

2 comentarios:

  1. No recordo haver-te recriminat res del Maus.. però quan visitem els marcians normalment no recordo res a l'endemà... Crec que poses drogues a la beguda per torturar-nos mentre estem inconscients..

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  2. Si yo te contara lo que hago con vosotros cuando os tengo drogados no seriamos amigos.......aij, que rica!!!

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