Descansa en paz

Para ser absolutamente sinceros la moda de los escritores suecos creadores de trilogías con títulos absurdos que para llegar a vender lo inimaginable hasta prefieren morir me la trae bastante floja. Y después de la llegada de Ibra al odiado eterno rival, las putas visitas al Ikea, y la película de los cojones de Abba podríamos decir que Suecia se ha convertido en uno de esos países que encabezan mi lista negra, de todas maneras hay un par de cosas que le salvan de la quema y por las que aún no ha llegado a ocupar el número uno: una de ellas es el Absolut Vodka, otra son las historias que explica el escritor John Ajvide Lindqvist. La verdad es que hace un par de años yo no sabía quién cojones era este tipo pero un buen día me senté en el sofá de casa bien entrada la madrugada y sin saber muy bien de que iba me dispuse a ver un film sueco llamado “Déjame entrar”. Coño! Vaya peliculón! Me dije. Era una historia cojonuda sobre vampiros, sobre vampiros auténticos no esos que tanto gustan ahora y que se mueven en la adolescencia, se petan granos, juegan a ser humanos pijos y atontados, o directamente juegan a triángulos amorosos mientras beben sangre artificial en un pueblo de mierda en el que pasan más fenómenos paranormales que en el jardín de la casa de Buffy. No, aquí no había vampiritos guays al uso. Aquí había una vampira hijadeputa que aparentaba doce años pero tenía cientos de ellos, con un viejo pederasta de sirviente que se ocupaba de asesinar a la muchedumbre para alimentar a la criaturica de la cual decía ser el padre pero que todos sabemos lo que le hacía.... Al menos eso quedaba claro en el libro en el que estaba basado el film, un libro de Lindqvist, ah!, así llegó este tipo a mi hogar. Pues bien, este Sant Jordi nikochana me regaló una nueva novela de Lindqvist en la que los vampiros reinaban por su ausencia. La historia sucede en la ciudad de Estocolmo después de sufrir una extraña ola de calor que ha provocado numerosos incidentes, el más extraño es la resurrección de todos aquellos que fallecieron hace menos de dos meses. Redivivos les llaman. No son zombis, ni infectados. No son agresivos ni quieren comernos el cerebro. Parecen vivos aunque estén como ausentes y actúen de forma mecánica. Lindqvist nos cuenta está fantástica historia en la que no se adorna en la historia de los redivivos sino más bien en el dolor de los vivos que después de enterrar a sus seres queridos ven como vuelven a la vida en un estado a veces putrefacto. En eso el libro me gana, en explicar los sentimientos de los implicados, su amor, su dolor, su angustia. En cambio no me gusta ese toque religioso que se abre paso al final del libro y aunque es muy interesante su enfoque no me acaba de gustar como le ha quedado. De todas formas es una muy buena historia que me ha hecho reflexionar sobre la vida y la muerte, sobre lo que hacemos en vida y sobre cuales han de ser nuestras preferencias y prioridades. Así pues supongo que algo que me hace reflexionar no puede ser malo aunque su origen sea sueco.

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