Nikochan seguía con convulsiones, sudor frío, sus ojos estaban totalmente en blanco y no paraba de salirle espuma por la boca. Guzzest, Flush y la Muerte miraban impertérritos la transformación nikochiana, aquel brebaje que Nikochan tomó del Momofuku le había provocado ese terrible estado de trance. Nikochan creció hasta casi tres metros de altura, le empezaron a salir tentáculos por todo el cuerpo, hasta ocho, los cuales no paraban de moverse para golpear y atrapar a sus presas. Era un auténtico y gigante cefalópodo cabreado, perseguía a sus presas por la sala, salieron a un jardín tenebroso lleno de estatuas de pulpos y calamares gigantes, consiguiendo esconderse detrás de unos matorrales. De pronto la voz de Guzzest repetía sin parar: “aquí, aquí”, la Muerte miró su túnica y enganchada a ella había una grabadora, se quedó paralizada por la traición de Guzzest y entonces recibió un fuerte y certero golpe de tentáculos que hizo salir disparada su huesuda cabeza. Flush que estaba cerca rápidamente se hizo con la túnica, buscó en los bolsillos pero allí sólo había un petaca en un uno, y el Momofuku en otro. El pulpo nikochiano tenía ganas de acabar con Guzzest y le perseguía sin parar, corrían y corrían por el jardín, no paraba de sudar, el calor era sofocante, mientras tanto Flush sentado a la sombra de los árboles presenciaba el patético espectáculo tomándose una deliciosa caipirinha. El pulpo perseguía a Guzzest sin parar, y finalmente le agarró de los pies, lo alzó a varios metros del suelo, y lentamente se lo acercó a su enorme y apestosa boca diciéndole con cariño: “Oh what joy for Guzzest and Flush, knowing they’re happy and they’re safe, we would be so happy you and me, no one there to tell us what to do, I’d like to be under the sea, in an octopus’s garden with you…”, y justo cuando iba a ser devorado, Guzzest que tenía toda su piel cubierta de sal al dejar de sudar, amarró un buen puñado de ésta y se la tiró a los ojos al pulpo que rápidamente soltó al pobre Guzzest que cayó al suelo desde una gran altura, sus tentáculos desparecieron, comenzó a menguar hasta volver a su morfología habitual, dejando el encantamiento de tener efecto. Guzzest y Nikochan se levantaron magullados, uno por la caída y el otro por su transformación, delante suyo tenían a Flush atabiado con la túnica negra, abrió la petaquita y vertió el contenido junto al brebaje que había en el Momofuku, dio un larguísimo trago y después con una sonrisilla maléfica dijo con chulería: “blitzkrieg bop, blitzkrieg bop”, sus ojos cambiaron de color, uno se le puso verde y el otro rojo, sus brazos y su piernas se alargaron como si de goma se tratase, y creció varios metros de altura, luego atrapó a Guzzest y a Nikochan con una mano, los enrollo en papel de fumar añadiendo tabaco y alguna que otra sustancia ilegal, encendió el canutillo y una calada tras otra se los fumó. Flush era el nuevo amo del universo conocido, con Guzzest y Nikochan atrapados en su interior, en su cerebro, en su mente, nadie le podría detener, había creado una prisión de la que sería difícil escapar, una prisión para el resto de sus vidas. Risueño, Flush se deshizo de la túnica y se quedó como buenamente le trajeron al mundo, subió a la torre mas alta de aquella fortaleza nikochiana, abrió el ventanal de par en par, se sentó en la cornisa, se encendió otro cigarrito risueño, amarró un viejo ukelele y contemplando la puesta de sol que iluminaba tímidamente todo aquello que ahora era suyo, hizo sonar aquel viejo instrumento y le cantó a la galaxia: “Oh no, not me. I never lost control, you're face to face with the man who sold the world…”