Cenutrio, berzotas, merluzo, pánfilo, atontao, lechuguino, mangurrián, cretino, ceporro, tarugo, atocinao, capullo, botarate, memo, papanatas.... Mil y un adjetivos de esta calaña es lo que me merezco y me quedo corto. Se veía venir, yo lo sabía y todos los terrícolas también, pero me hice el sueco, me dio pereza darle más cancha al disco de Cracker a final de año por no tocar ya mi lista de discos del 2014, como sabía lo que pasaría, porque lo sabía, ya avisé en aquella intro de la lista que lo de "Berkeley to Bakersfield" era de traca i mocador, y mira que mi querido exiliado Johnny JJ se hartó de decirmelo, por activa y por pasiva, enviándome mensajes, ramos de flores, un par de mafiosos con bates de baseball, una cabeza de caballo en mi cama e incluso un tipo que me persiguió durante una semana vestido de galleta, haciendo todo el rato el símbolo de autostop con un cartel que ponía Berkeley to Bakersfield... pero yo en estado gilipollil, como si nada, autoconvenciéndome que había cosas mejores pero para seros sincero, del 2014, mejores mejores, ninguno, al mismo nivel.... los puedo contar con los dedos de una mano. Entonces qué? pues que muy probablemente estuviese en el podium, seguro seguro entre los cinco primeros, no hay duda. Estamos ante un discón descomunal, y doble!!!! cosa que pesa y mucho viendo que en mi lista reinaba Lucinda ganando al resto a los puntos por ese formato arriegado, por ese doble, por ese dos discos en uno..., pues los Cracker también, con un primer disco más rocanrolero y un segundo disco más countril. Reconozco que al principio me decanté por el segundo disco, que es de alucine, pero para rollo country me gustaban otros más (ahora no, hablo de entonces) y por eso, tal vez, lo dejé aparcado. Digo esto por intentar justificarme y dejar de flagelarme porque mi espalda no admite ni un latigazo más. Luego, me despierto un día y descubro el primer disco, descubro "El cerrito", "Life in the big city" o la genial "Waited my whole life" y cojo mi revolver Colt calibre 45, meto una bala, giro el cargador, y le doy a la ruleta rusa... la madre que me parió, seré mendrugo, melón, chisgarabís, energúmeno, caracandao, cantamañanas, mastuerzo, pendejo.... lo dicho, agilipollao perdido.
Ahora que estoy lanzado confesándome a la parroquia os diré que el proyecto Camper Van Beethoven nunca me ha acabado de convencer del todo. Bueno, los dos primeros discos sí, pero el resto pues ni fu ni fa, canciones buenas de haberlas haylas, faltaría!!! pero no me han dado ningún revolcón, como tampoco lo hizo "El camino real" también del 2014 que se quedó en la media docena de escuchas y gracias. Pues bien, los Cracker salen de allí, de esa banda, podríamos decir que es un proyecto paralelo, un proyecto diferente, con las mismos mimbres pero mejores acabados y que en realidad es mucho más mi rollo. De los Cracker guardo buen recuerdo de "Kerosene Hat" y "Greenland" pero la verdad es que no tienen disco malo aunque les faltase hasta ahora un disco de esos redondos que han conseguido sin duda alguna con este "Berkeley to Bakersfield". Ahora lo sé, ahora lo disfruto, ahora puedo gritar a pechopalomo que estamos ante uno de los mejores discos del 2014 y sí, desde hoy hasta el fin de los día catalogo este disco como POM. Puede que penséis que paso de un estado a otro, que estoy enfermo... y acertáis pero es que estoy tan enganchado al disco que no puedo escuchar otra cosa más. Y bueno, JJ ya hablo de este disco y dudo poder explicarlo mejor, así que con su permiso o sin él creo que os lo dejó aquí mismo y vosotros mismos, podéis leer aquí, o ir al espacio woodyjaggeriano o al Exile. Disfrutad con la lectura porque el post de Johnny no tiene desperdicio, como los Cracker y su "Berkeley to Bakersfield"....
Cracker - Berkeley to Bakersfield (2014)
Disco 1: 1. Torches and Pitchforks / 2. March of the Billionaire / 3. Beautiful / 4. El Comandante / 5. El Cerrito / 6. Reaction / 7. You Got Yourself Into This / 8. Life in the Big City / 9. Waited My Whole Life
Disco 2: 1. California Country Boy / 2. Almond Grove / 3. King of Bakersfield / 4. Tonight I Cross the Border / 5. Get on Down the Road / 6. I'm Sorry Baby / 7. The San Bernardino Boy / 8. When You Come Down / 9. Where Have Those Days Gone
CRÍTICA DEL DISCO POR EL MAESTRO JOHNNY JJ aka "EL COMANDANTIE" (no me atrevo a añadir nada más.....)
"...Un lustro esperando... el décimo galletazo... y casi sin darnos cuenta hemos hecho un viaje por California para recordar, principalmente, lugares de los viejos tiempos que se fueron..."
Un lustro esperando. Esperando sin desesperar. La puerta solamente se quedó entornada. Sin una causa de fuerza mayor más pronto o más tarde volvería a abrirse, y con ello lo normal sería que, salvo catástrofe o raro estado de baja forma, apareciese esa magia rocanrolera de la chistera de los Cracker como solamente ellos saben hacer con absoluta regularidad.
Y abracadabra por fin la puerta se abrió en diciembre del 2014 con un ilusionante regalito prenavideño para los suficientes. Y esa brisa campestre tan saludable de los Cracker cruzó el umbral. Mis íntimos, e incluso bastantes de los que no son tanto, conocen mi auténtica devoción por esta banda, a la que considero (algunos me tildan de ‘exagerao’, cosa que asumo con dignidad) la más grande de los últimos 25 años por calidad y muy especialmente por la regularidad de un legado donde todas y cada una de sus obras, desde la “lata de sardinas” de 1992 hasta la última “Sunrise in the land of milk and honey” del 2009 circulan entre el notable alto, el sobresaliente o la matrícula de honor, algo de lo que pocos se pueden jactar en una discografía de largo recorrido y siempre teniendo en cuenta que esto es una opinión subjetiva sin ánimo de ser compartida.
Sea como fuere, subjetiva o no tanto, son esos argumentos del párrafo anterior los que me inducen a elucubrar de que estamos ante un ejemplo atípico de envejecimiento sin arrugarse gracias, quizás, a ese baño de leche pura sin conservantes ni edulcorantes, la de la vaca de hermosas e ingentes ubres que ha sido alimentada con la mejor hierba fresca de los prados. Porque yo cuando escucho a los Cracker me vienen siempre a la mente vacas pastando en laderas cántabras, estas cosas pasan sin consumir alucinógenos, tampoco hay que darle mayor importancia.
“Berkeley to Bakersfield”, el décimo galletazo de estos californianos, podría ser catalogado de álbum conceptual, con el mérito que tiene a estas alturas de la vida realizar un disco donde todos los tiros van en una misma dirección. Por ello, porque hemos tenido que esperar bastante tiempo y porque son los Cracker me parece de lujo que sea un disco doble, y lo dice alguien al que generalmente le agobian más de doce cortes en un mismo disco.
De Berkeley a Bakersfield, en líneas generales, se podría considerar también como un viaje de retorno a lugares, a vivencias y a sensaciones que tuvieron cierta importancia en la evolución de sus principales compositores, los señores David Lowery y Johnny Hickman. Hablamos de 444 kilómetros de distancia, de cuatro horas más o menos en coche de norte a sur, ubicándonos en la parte septentrional por debajo de Sacramento, la capital de California, y en la parte meridional algo más arriba de la ciudad californiana más poblada, Los Angeles.
Comenzar desde Berkeley, situada en la bahía de la ciudad de San Francisco, nos proporciona algunas claves del sonido de esta banda americana. No en vano es una ciudad de populares referencias musicales de punk-rock como por ejemplo Green Day, pero sobre todo por ser la región embrionaria de un gran clásico como es la Creedence Clearwater Revival, probablemente una de las referencias más influyentes de la banda que nos ocupa. El resultado de este cóctel es una música de bares donde las raíces americanas y el honky tonk tienen el principal protagonismo pero donde no se hace ascos a la actitud punk o a sonidos de rock alternativo. En definitiva, una especie de country-alt a la medida del sonido personal y carismático que los caracteriza.
Cierta actitud contestararia en la “zona Berkeley” se vislumbra en el tema que abre este trabajo, “Torches and pitchforks”, melodía que musicalmente podría evocar a Simon & Garfunkel pero que en realidad es una llamada a luchar en las calles, en los valles y donde haga falta contra los corruptos y contra los poderes fácticos que se aprovechan de la honestidad y buena fe de los ciudadanos, con un coro contagioso que induce a repetirlo una y otra vez: “so la da da, da da da da da da, la da da”.
La crítica mordaz continúa en “March of the billionaires” donde nuevamente un estribillo pegajoso con ramalazos bolanianos oculta unos reproches irónicos, na na na y tres hurras por los millonarios, la misma mierda de siempre o su pobreza sería el progreso del resto. Con “Beautiful”, en cambio, nos encontramos el arrebato punk-rockero por antonomasia del disco donde las pistolas sexuales se lanzan a la calle, sencillamente porque ella es hermosa (y la canción también).
Y ese humor sarcástico que siempre encuentra algún momento adecuado reaparece. “El Comandante” es solamente una bolsa de hierba, me encanta como vocaliza Mr. Lowery en esta digna heredera de los mejores Camper van Beethoven. También en esa rica línea podría estar “El Cerrito”, brillante homenaje urbano a la ciudad donde se gestó la mítica Creedence de los hermanos Fogerty, localidad ubicada un poquillo más al norte de Berkeley y también en la bahía. Y de ahí al Metro de San Francisco, en “Reaction”, con una charla en el andén bien acompañada de desparpajo powerpopero con sabor setentero.
Ya metidos en harina, ahora más hard-rockera, "You got yourself into this” no deja de lado el sonido marca de la casa tal y como sucede también en la metropolitana “Life in the big city”. Y tras ella la primera grandísima perla a mi gusto de este trabajo, toda una declaración de amor que nos suena a tantas gloriosas canciones de los Cracker y que lleva por título “Waited my whole life”. Con ella ya hemos recorrido la mitad del trayecto desde que salimos de Berkeley.
Avanzamos, vamos en la buena dirección. Entre campos de petróleo estamos en el desierto de California de la mano de Johnny Hickman y por eso, lógicamente, suena como suena “California country boy”, temazo country del copón bendito donde los haya. Cruzando campos de algodón unos maravillosos coros femeninos acompañan al chico que retorna a casa tras perder a su familia, proporcionando poderío a un tema como “Almost grove” antes de hacer parada en “King of Bakersfield”, quizás mi canción preferida de este discazo, un tema que apuesto recibiría la más calida bendición del gran Enrique Urquijo si llegase a sus oídos porque en cierto modo se halla en la frontera de sus “secretos” y de sus “problemas”.
Cogemos aire, hemos entrado a mi gusto en la mejor zona de este artefacto musical, la de la recta final. Desamor, qué bonitas son las canciones de Cracker en estas profundidades donde la botella no siempre sirve de ayuda debido a la mucha nostalgia por el amor perdido. Aquí, con “Tonight i cross the border”, uno que suscribe no puede evitar acordarse del antiguo impacto que le supuso aquella maravilla titulada “Big dipper”, una de las baladas más alucinantes de la vida, de la mía, esa que circulaba entre cigarrillos, referencias a Monterey o a Jack Kerouac en los tiempos de “la edad de oro”.
Ya queda menos trayecto. Con la fenomenal “Get on down the road” cualquier fan de Cracker sabe que estamos dispuestos a disfrutarlos hasta el final. Y en un atajo, o quizás en una senda paralela, se cuela “I’m sorry baby”, otra de mis preferidas, una de esas canciones que solamente podría ser de Cracker y donde Lowery explota todas sus virtudes, que no son pocas.
En este recorrido californiano hacemos una escapada ahora un poco más hacia el sur, a 265 kms. desde Bakersfield, hasta la ciudad de San Bernardino. Hemos cruzado Los Angeles y cual si estuviésemos en un rodeo Johnny Hickman vuelve a coger la sartén por el mango en “The San Bernardino boy”. Después el sonido Cracker, el puro y duro, el que nos toca tanto la fibra sensible regresa con “When you come down”, otra puta (o santa, a gusto del consumidor) maravilla.
Recalamos finalmente en “Where have those days gone” y casi sin darnos cuenta hemos hecho un viaje por California para recordar, principalmente, lugares de los viejos tiempos que se fueron. Podría ser California o podría ser… Se llaman Cracker, qué grandes, juro por mi sagrada satisfacción que siempre estaré agradecido a estas rodajas musicales que recorren las vidas, las ciudades y el pasado, en este caso lo que podría ser algo similar a la ruta de recuerdos de una panda de amigos que descubrieron a Cracker en sus inicios, que los convirtieron en su banda fetiche y que juntos se hicieron mayores a su compás. Está clarísimo, si tenemos que esperar cinco años más lo haremos, esperemos sin desesperar estar vivos y presentes en la próxima, ojalá siempre penúltima genialidad de los Cracker.
Mentecato y chisgarabis y como decimos en Bilbao sinsorgo y larri, este disco es arollador. Pero de hombres sabios es rectificar.
ResponderEliminarDelicioso post.
No te flageles a mi me paso lo mismo pero siempre hay liosta del 2015 del semestre del 2015 o del dia del 2015 para loarlo
ResponderEliminarUno de esos discos que se pega a las meninges y lo escuchas hasta cuando estas dormido, apabullante.
ResponderEliminarAbrazos.
Pocos posts blogosféricos me han hecho descojonarme tanto en esta vida. Eres un gran cenutrio,... jajajaja. Eres sabio, my King, como dice arriba el tete Joserra. Un abrazo.
ResponderEliminarEl primer párrafo hasta tu enlace 'discos del 2014' resume a la perfección lo que nos ha pasado con el disco de Cracker a la hora de escucharlo antes de las campanadas 2014.
ResponderEliminarYo también le estoy poniendo remedio. GRANDE!