Cuento de Navidad: Guzzín y el cinexín mágico


Esta es la historia de Guzzín. Un niño atolondrado y algo resabido de complexión fuerte, que no gordo, de pelo negro como la noche y una barba de lo más poblada a pesar de sus escasos siete años. Como cada año, Guzzín, se sentaba en su viejo escritorio para escribir la carta a sus majestades los reyes magos de oriente, desplegaba la carta que su madre le había comprado en la vieja papelería de Plaza Ibiza y con su bolígrafo de cuatro colores comenzaba a enumerar sus regalos deseados mientras se encendía un ducados. Aquel año Guzzín estaba muy interesado en una cámara Super8 pues era un enamorado del cine, del cine de verdad, del viejuno se entiende. Se había quedado prendado de “M” de Lang, de “Atraco perfecto” de Kubrick, de “Psico” de Don Alfredo, de “Rashomon” de Kurosawa o de la inolvidable “Viridiana” de Buñuel. Ah!. Guzzín quería emular a sus ídolos. No, aún mejor, quería superarlos. Tenía escrito un gran guión, sin duda era una gran historia que trataba sobre un policia íntegro e insobornable de NY que luchaba contra la corrupción en los alocados setenta y al que él había querido llamar Cherpicó. Su vecino Nico le comentó que él pensaba que esa historia ya estaba escrita, grabada y premiada, que un tal Pacino la había protagonizado e incluso le sonaba remotamente que había sido un hecho real, a lo que Guzzín respondió con un tirón de orejas, una cerilla en la nalga y un chicle Boomer enganchado en el poco pelo que tenía Nico pues es sabido que siempre había sido un niño alopécico. Se dejaron de hablar y comenzaron una guerra sin tregua que comenzó Nico picando a la puerta de Guzzín para salir corriendo dejando un papel de periódico ardiendo justo delante de la puerta con lo que Guzzín tuvo que pisotear para apagarlo, lo que no sabía es que dentro del papel de periódico había un gran mierda de perro que llegó a entrale en los zapatos después de empaparle bien los calcetines blancos de tenis. Pero eso es otra historia, una larga historia...

Habíamos dejado a Guzzín enviando la carta a los reyes magos, su madre le dijo que era suficiente con tirar la carta al buzón pero Guzzín que no se fiaba ni de su sombra y menos de los tipos de Correos sobretodo después de la mierda ardiente decidió enviar la carta como paquete certificado express. Así fueron pasando los días y las noches, y después del atracón de Nochebuena, se fue a dormir no sin antes beberse un Jack Daniels y fumarse un farias a escondidas ya que su madre nunca le dejaría fumar ni beber a sus siete añitos. Llegada la madrugada algo despertó a Guzzín. Cogió su bate de béisbol con la palabra "quitamiedos" grabada en él y encendió la luz del comedor con decisión y rapidez encontrándose a un viejo decrépito con traje rojo y una espesa barba blanca depositar un paquete envuelto debajo del árbol. Por si las moscas golpeó al viejo Santa en las rodillas una y otra vez hasta hacerlo sangrar para que no huyera y así comprobar si lo que le había traído el señor Klaus era de su agrado. Abrió el paquete y se encontró con un Cinexín y un viejo cartucho de las aventuras del Capitán Garfio. Guzzín miró a Santa y éste aterrorizado y medio llorando le dijo que no había Superochos y que se tendría que conformar con el Cinexín. Guzzín entró en colera, arrancó las luces de navidad del árbol y amarró a una silla al viejo Santa enfocándole con una incómoda luz la cara. Santa se vio inmerso en un interrogatorio descomunal donde Guzzín una y otra vez le pregutaba como narices sabía que quería una Super8 y porqué él había traído lo que había traído si no se lo había pedido. Pero Santa era un tipo rudo, se ve que es de Laponia, o eso dicen. No sé, la cuestión es que Guzzín le fue golpeando una y otra vez pero el viejo no soltaba prenda. Le puso cerillas en las uñas, le sometió a la gota malaya, le puso una bolsa en la cabeza con unas ratas, calentó una barra de hierro para introducrirla en su... Bueno, eso. Y al final Santa se derrumbó. Señaló su saco mágico y Guzzín obtuvo lo que había deseado. No, la Super8 no. Recibió una respuesta. Santa tenía su carta, la carta de los reyes. Los muy cabrones habían subcontratado a Santa para que hiciese el trabajo por ellos, al parecer Santa tiene sangre española con lo cual entre pitos y flautas, siestas, mujeres, vino y el Madrid-Barça se le hizo tarde y ya no quedaban Super8 en el Pryca. Así que optó por el Cinexín. Guzzín no pudiendo soportar la situación golpeó sin cesar a Santa, le abrió bien los ojos y le hizo ver una y otra vez el cartucho del capitán Garfio. Ahora lento, ahora rápido. Ahora para adelante ahora para atrás. Y Santa enloqueció. A la mañana siguiente Guzzín liberó a Santa y éste llegó muy deteriorado a Laponia. Los elfos no pudieron hacer nada por él y falleció a la mañana siguiente. No sabían quién había podido hacer algo así pero pagarían lo que fuese por saberlo, querían venganza y la tendrían....


El día de año nuevo la madre de Guzzín fue a despertarle a la cama con una taza de chocolate y unos churritos calentitos pero el niño no estaba, había desaparecido. Nunca más se supo de él hasta hoy. Guzzín se convirtió en Guzzest, al parecer un tipo normal, con la misma barba y el mismo fumeteo que cuando era pequeño, pero ya, podemos decirlo, algo relleno en carnes. Su pasión por el cine sigue siendo la misma pero su cuerpo no. Después de las torturas élficas su columna vertebral no volvió a ser la misma. Los elfos lo liberaron con la condición de que cada Nochebuena se ponga el disfraz de Santa y reparta regalos a los niños a lo que él aceptó con una condición que no fue otra que la de saber quién había dado el soplo. El elfo jefe sacó una bola de cristal, la giró y mientras caía la nieve dentro de la bola vio a un joven Nico con una cámara Super8 en sus manos. 

Moraleja: jode a tu archienemigo todo lo que puedas y más, desde el cariño y la humildad pues si él pudiera haría lo mismo. 

Feliz Navidad.

2 comentarios:

  1. Pues que lo sepas que el pequeño Guzzín si tenía una cámara Super 8. Lo malo es que su malvado y abusón hermano mayor Guzzón se la llevó de casa en una fría mañana de enero de hace veintidós años (y el proyector también, qué cabrón).

    Pd. Merry Xmas pinchauvas.

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  2. Me ha encantado la historia. Tienes que dedicarle un libro entero a Guzzín.

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