Andaba detrás del nuevo film de Ari Aster. Ese film después de la inconmensurable y terrorífica "Hereditary". Una nueva película de la que escuchaba comentarios decepcionantes, o al menos algunos que aseguraban que su "Midsommar" no estaba a la altura de su anterior trabajo. Y claro, en mi opinión, todos esos comentarios andad errados. Vale, de acuerdo, no es un film tan efectista y que nos impresione con tanta facilidad pero sí es mejor película, pues el terror se sirve a fuego lento (muy lento) poniendo poco a poco las cartas sobre la mesa mientras se ocupa de crear una atmósfera claustrofóbica y de incomodarnos a cada segundo. No hay realmente ninguna imagen terrorífica, de esas de apartar la cara, más bien el miedo reside en la sociedad, en el ser humano... y claro, como espectador sabes que algo muy malo pasará y te gustaría avisar a esos jóvenes que deciden ir a pasar unas semanas a un festival del solsticio a un pueblo (por decirlo de algún modo, más bien aldea o comuna) lejano y desconocido sueco. El film es espléndido, es turbio, tenebroso, incómodo, es como un cuento terrorífico con un final estupendo de esos de tertulia vespertina, de esos que dejan muy buen sabor de boca por alguna que otra libre interpretación. Ari Aster se consolida como uno de los más interesantes directores de género de los últimos años, esta vez con una historia sin demonios ni monstruos, pero con el mayor de los problemas, el ser humano como protagonista.
Midsommar (2019)
Andaba detrás del nuevo film de Ari Aster. Ese film después de la inconmensurable y terrorífica "Hereditary". Una nueva película de la que escuchaba comentarios decepcionantes, o al menos algunos que aseguraban que su "Midsommar" no estaba a la altura de su anterior trabajo. Y claro, en mi opinión, todos esos comentarios andad errados. Vale, de acuerdo, no es un film tan efectista y que nos impresione con tanta facilidad pero sí es mejor película, pues el terror se sirve a fuego lento (muy lento) poniendo poco a poco las cartas sobre la mesa mientras se ocupa de crear una atmósfera claustrofóbica y de incomodarnos a cada segundo. No hay realmente ninguna imagen terrorífica, de esas de apartar la cara, más bien el miedo reside en la sociedad, en el ser humano... y claro, como espectador sabes que algo muy malo pasará y te gustaría avisar a esos jóvenes que deciden ir a pasar unas semanas a un festival del solsticio a un pueblo (por decirlo de algún modo, más bien aldea o comuna) lejano y desconocido sueco. El film es espléndido, es turbio, tenebroso, incómodo, es como un cuento terrorífico con un final estupendo de esos de tertulia vespertina, de esos que dejan muy buen sabor de boca por alguna que otra libre interpretación. Ari Aster se consolida como uno de los más interesantes directores de género de los últimos años, esta vez con una historia sin demonios ni monstruos, pero con el mayor de los problemas, el ser humano como protagonista.
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