Me habían hablado decentemente de esta película exclusiva de Netflix. Habían incluso metido en la conversación la palabra "culto", pero visto lo visto no pasa de peliculilla que roza el tostón y la poca originalidad. Otra distopía terráquea más. Otra película sobre la humanidad con toque ecologista. Otra película más que pasa sin pena ni gloria por mi salón. Los guionistas apuntan demasiado alto y creen tener entre manos un guión estupendo, que no es tal, y por supuesto tanto la dirección de Jonathan Helpert, como las actuaciones de Anthony Mackie y sobretodo, de la protagonista absoluta, Margaret Qualley, rozan lo regulero, insulso y monótono. Para un servidor una de las razones para ver la película, además de estar aburrido como una ostra justo en ese momento y que fuese un film de ciencia-ficción era la presencia de la bellísima señorita Qualley, hija de la maravillosa Andie MacDowell de quien sin duda ha heredado su belleza y sus preciosos labios pero no su talento, su chispa. A Margaret ya la vimos en The Leftovers pero su papel era cortito y sin profundidad, en cambio aquí tiene mimbres para construir algo pero se le escapa por el camino, a lo mejor no del todo por su culpa sino por lo mal llevada que está la historia, llena de tópicos cansinos y obviedades de guión. En cuanto al film, como digo no pasará a la historia. No sabe exactamente qué cartas jugar, qué explicar y se pierde por el camino cuando su arranque era más que prometedor. No hay química entre los actores, muy necesaria en este tipo de historias, no hay ningún momento memorable, no hay ninguna secuencia que enamore ni turbe. Plana, sin tensión, sin alma y sin chispa. Para olvidar.
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