Ponyo en el acantilado

Como era de esperar la última película de Hayao Miyazaki me ha encantado, he disfrutado y me lo he pasado en grande viendo esta obra maestra del cine de animación. “Ponyo en el acantilado” puede que no sea la mejor de las películas del maestro, ni tampoco es la mas ambiciosa, pero la vuelta a la animación clásica sin la técnica del píxel, un guión simple y sin complicaciones, y ese toque infantil que recuerda a la estupenda Totoro le ha sentado divinamente. Que la animación sea clásica sin los efectismos de sus dos anteriores e indispensables obras: El viaje de Chihiro y El castillo ambulante, no nos han privado de imágenes espectaculares y ambientes mágicos, la huella de Miyazaki se encuentra en cada paisaje, en cada personaje por pequeño o secundario que sea. Los personajes, como de costumbre, son adorables, por ejemplo la sirena-pescaíto Ponyo es memorable, igual que Sosuke, Fujimoto que es el padre de Ponyo e incluso la madre de Sosuke. Además la película está llena de secuencias impresionantes: las olas del mar formadas por peces que conducen en pleno tsunami a Ponyo hasta Sosuke o la inolvidable, simple y bella secuencia del diálogo por morse a través de los focos de luz que mantienen la madre de Sosuke y el padre utilizando a Sosuke como intermediario.

SINOPSIS: Ponyo ya ha llegado, como quería, a ese acantilado cuya cima resguarda el hogar del pequeño Sosuke. Lo ha hecho empujada por el mar y por su tenacidad, acabando en el interior de un bote de cristal que rescata, de entre las rocas y con gran empeño, el propio Sosuke con ayuda de su madre. Ponyo es todavía un diminuto pez rojo, de comportamiento juguetón y afable, adicto al jamón y a las bromas. Un pez a punto de dejar de serlo tras haber huido del mar, de la burbuja inmensa donde lo guardaba su padre, buscando aquello a lo que cree que debe aspirar todo ser humano: poseer pies o manos en lugar de aletas, desayunar todos los días leche con miel al abrigo de una madre comprensiva, dormir a pierna suelta después de haber llenado el gaznate…

Si aún no habéis visto este magnífico film ya podéis ir corriendo a sacar vuestra entrada al cine. Es un bellísimo film, mágico y claramente para un público infantil. Miyazaki se enorgullece de haber otorgado este toque tan infantil a su nueva película, para ello ha vuelto a las raíces de la animación, la animación clásica que corre un serio peligro de pasar a la historia, pero con una facilidad pasmosa y el buen hacer al que nos acostumbra realiza un film soberbio que cuida hasta el mas mínimo detalle, al que nos debemos entregar para que nos conduzca entre esos dos mundos, el real y el mágico. Un film realizado con el mismo material que se fabrican los sueños. Una pequeña y delicada obra maestra.

0 comentarios:

Publicar un comentario