
El disco comienza jugando al despiste con una corta intro donde hay un diálogo sobre Morrisey por suerte después de cuarenta segundos escuchamos a Ryan contar hasta tres para darnos un zurriagazo en toda la cara con la excelente “To be young (is to be sad, is to be high), un puto rock and roll como mandan los cánones. Pero el rock and roll dura poco porque Ryan comienza a entregar fantásticos medios tiempos melancólicos como la increíble “My winding wheel” o la deliciosa “Amy”. Como es habitual a Ryan no le cuesta acercarse mucho a Neil Young y esto se nota en “Oh my sweet Carolina” en la que colabora Emilou Harris, casi ná, que se convierte fácilmente en una de mis favoritas del disco. El sonido vaquero continúa con “Bartering lines” y de ahí a ese country que me encanta y que el tipo borda con “Call me on your way back home” para luego enlazar con la sobresaliente “Damn, Sam” que nos hace recordar a los Whiskeytown y finalmente enlaza este grupito de magníficas canciones con “Come pick me up” que empieza con una armónica descomunal que te arrastra hacia lo más profundo del alma. La armónica sigue muy presente en “To be the one” y en “Why do the leave”, una marca de la casa que vuelve a tomar prestado algo de Young para luego tomar prestado algo de los Stones en “Shakedown on 9th street” pues suena y mucho al sonido de la calle Main y el exilio stoniano que tanto me gusta. Sí, rock and roll que comienza a señalar el final del disco primero con “Don´t ask for the water” que tal vez para mi gusto es la más flojita del paquete y luego con “In my time of need” que es muy parecida a lo que ahora se dedica a hacer “Iron and Wine”, sólo que Adams lo hizo bastante antes, pero bueno no es que el amigo Beam sea manco, tal vez es mejor aún que Adams porqué negarlo?, pero es que esa canción es bonita de cojones, ese folk tristón americano me gana de todas todas. El telón se baja definitivamente con “Sweet Lil Gal”, con un piano perezoso y una voz cansada de tanto sufrir, una canción que te puede dejar algo tocado como el disco en general aunque para ser sinceros tampoco es que sea un disco tristísimo, más bien es melancólico y lo que es seguro es que es un discazo descomunal, un auténtico clásico, un clásico nikochiano.
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