
SINOPSIS: Ponyo ya ha llegado, como quería, a ese acantilado cuya cima resguarda el hogar del pequeño Sosuke. Lo ha hecho empujada por el mar y por su tenacidad, acabando en el interior de un bote de cristal que rescata, de entre las rocas y con gran empeño, el propio Sosuke con ayuda de su madre. Ponyo es todavía un diminuto pez rojo, de comportamiento juguetón y afable, adicto al jamón y a las bromas. Un pez a punto de dejar de serlo tras haber huido del mar, de la burbuja inmensa donde lo guardaba su padre, buscando aquello a lo que cree que debe aspirar todo ser humano: poseer pies o manos en lugar de aletas, desayunar todos los días leche con miel al abrigo de una madre comprensiva, dormir a pierna suelta después de haber llenado el gaznate…
Si aún no habéis visto este magnífico film ya podéis ir corriendo a sacar vuestra entrada al cine. Es un bellísimo film, mágico y claramente para un público infantil. Miyazaki se enorgullece de haber otorgado este toque tan infantil a su nueva película, para ello ha vuelto a las raíces de la animación, la animación clásica que corre un serio peligro de pasar a la historia, pero con una facilidad pasmosa y el buen hacer al que nos acostumbra realiza un film soberbio que cuida hasta el mas mínimo detalle, al que nos debemos entregar para que nos conduzca entre esos dos mundos, el real y el mágico. Un film realizado con el mismo material que se fabrican los sueños. Una pequeña y delicada obra maestra.
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