Un ser llamado Guzzest. Capítulo 46: Walk on the wild side

Guzzest llegó entusiasmado de la compra: cervezas, peta-zetas, doritos tex-mex, un par de panteras rosas y una bolsa de pipas. Apenas podía caminar con tanto peso, llevaba las manos ocupadas y tal vez por eso no notó que la puerta de la habitación estaba abierta. Tiró las bolsas sobre la cama, se quitó la camiseta, los pantalones y los calcetines sudados y los dejó sobre la almohada donde dormiría Flush, encendió la tele y se quedó embobado mirando un clásico atemporal de Blake Edwards, el muy cabrón se descojonaba mientras una tras otra iban cayendo las cervezas, al cabo de unos veinte minutos llegaron los anuncios, encendió un pitillo y mezclo los peta-zetas con la cerveza lo que resultó una mala idea para su estómago, así que tuvo que ir a visitar al señor Roca, desde la taza del inodoro resultaba imposible ver el film en cuestión, Guzzest se medio levantaba para ver la tele pero justo cuando comenzaba a verla, un apretón enorme le retenía sentado. Con sudores, escalofríos y un estado casi de coma, Guzzest, se quedo mirando la bañera, no había cortina, todo el suelo estaba mojado y la bañera llena de manchas rojas, entonces Guzzest se inclinó, y tocó una de esas manchas con el dedo para luego llevárselo a la boca. El tipo se levantó del wc, amarró la bolsa de tex-mex y comenzó a mojar los doritos en la pasta roja, no sabía muy bien la razón, pero la bañera estaba llena de ketchup y eso que el hostal sólo era de una estrella. Llevaba varios minutos en silencio cuando su propio eructo le despertó, dónde coño estaba Flush. – Flush, amigo, donde estás? Tengo un par de panteras rosas, vuelve ya o me las comeré!.- gritaba Guzzest desde el inodoro, pero nadie contestaba. Intrigado, decidió levantarse, pero no había papel, ni toallas, ni cortina, así que empezó a buscar cerca de él, levantó el pie y extrañado cogió una peluca que había en el suelo y se limpió con ella. Con el culo realmente escocido empezó a buscar a Flush, miró debajo de la cama, en el armario, en los cajones del armario, en el bote de champú, en el paquete de tabaco, en la lámpara, dentro del mueble bar, y el tipo no estaba. Entonces miró en su equipaje, pero allí estaba todo, incluso estaba la ropa que llevaba Flush ese mismo día, y sus gafas de pasta naranja, y aquel dichoso libro que le condujo al hostal. Guzzest no entendía nada miró al suelo y un pequeño caminito de plumas fucsia salía de la habitación, recorría el hostal y al parecer llevaba a una casa que había encima de una montañita cercana. No se lo pensó dos veces, se enfundó su camiseta de Batman, sus bermudas rosas y sus converse verdes, y comenzó a caminar hacia aquella espeluznante mansión. Prácticamente había llegado pero al parece allí no había nadie, las puertas estaban cerradas con llave, entonces una luz se encendió en la segunda planta, avanzó por el jardín buscando algún sitio por donde trepar, encontró una escalera justo al lado de un cartel que decía “Perros, cuidado con Ude”, un escalofrío recorrió el voluminoso cuerpo de Guzzest, estaba caminando por el lado salvaje de la vida, subió por la escalera como un rayo, no quería encontrarse con Ude, y esa, al parecer, era su casa. Se acercó a la ventana iluminada y pudo ver a Flush desnudo atado a una silla de madera, amordazado y con plumas en la cabeza al estilo de un sabio jefe indio, de golpe la luz se apagó, Guzzest no entendía nada, y empezó a escuchar la voz de Ude cada vez mas cerca: “Ude came from Miami, F.L.A.. Hitch-hiked her way across the USA. Plucked her eyebrows on the way. Shaved her legs and then he was a she, She says, Hey babies Take a walk on the wild side...”, justo cuando Guzzest fue golpeado en la cabeza y cayó desde el segundo piso al jardín, casi sin fuerzas abrió los ojos y pudo ver de pie, mirándole con ternura a Ude vestido de dominatrix que le guiñó el ojo y antes de que Guzzest perdiese el conocimiento le susurró: “Doo, doo, doo, doo, doo, doo, doo, doo. Doo, doo, doo, doo, doo, doo, doo, doo..”

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