Hacia tiempo que sabía que ya no era un chaval. Había mil pruebas para demostrarlo aunque yo las obviara, las aceptara, les diera esquinazo o simplemente no les hiciese ni puñetero caso. Las canas, las entradas (y salidas) en mi cabeza que obligan a uno a raparse cada vez más cortito el cabello, eso quilillos de más en el “cinturón” que uno no podrá jamás eliminar, las recuperaciones por enfermedad cada vez más largas, la acidez, el insomnio, etc, etc.. Todo eso queda en un segundo plano cuando alguien se refiere a ti como “señor” tras un “disculpe” para pedirte la hora, cuando sientes que en un local de madrugada niñatos de veinte años te miran con sonrisilla pensando “que hará aquí ese carcamal?”, pero sobretodo uno se da cuenta de que es un veterano cuando tarda dos días en recuperarse de una escapadilla nocturna. Y eso es lo que me ha pasado a mí este fin de semana. Ahora mismo aún tengo mal cuerpo, y la verdad, tampoco es que bebiese mucho, claro que una de las razones es que llegué siendo ya de día, y con el calor que hace me desperté algo mareado sobre la una para apoltronarme en el sofá hasta esta mañana que he tenido que ir a currar. Lastimica. Bueno, que soy un abuelete, leñes. Pues en ese intento por no desfallecer del todo en el sofá tuve la brillante idea de ver una película, un film que no me diera mucho por culo, me explico, que esto no queda muy bien. Busqué un film que no tuviese especialmente ganas de ver, que no me hiciese estrujarme el cerebro y si era posible que me hiciese reír. Así que le di al play y mientras aparecían los títulos de crédito le di un soberbio trago a mi gazpacho aderezado con sabiduría con un chorrito de vodza on the rocks (otro dato más que deja constancia de mi edad avanzada). El film llevaba por título: “Radio encubierta” 2009 (The Boat That Rocked).
SINOPSIS: Ambientada en la Inglaterra de los años 60, narra la historia de dos locutores de radio de una emisora pirata. En 1966, sin duda alguna la época del mejor pop inglés, la BBC sólo emitía dos horas de rock and roll a la semana. Pero la radio pirata inundaba el país con rock y pop 24 horas al día. Y 25 millones de personas, más de la mitad de la población, escuchaba cada día a los piratas. Carl (Tom Sturridge) acaba de ser expulsado del colegio, y su madre decide que pase algún tiempo con su padrino Quentin (Bill Nighy). Pero da la casualidad de que Quentin es el jefe de Radio Rock, una emisora pirata instalada en un barco en el mar del Norte, formada por un ecléctico grupo de pinchadiscos. Están encabezados por "El Conde" (Philip Seymour Hoffman), auténtico Dios de las ondas enamorado de la música. Le apoyan Dave (Nick Frost), irónico, inteligente y con un cruel sentido del humor; Simon (Chris O’Dowd), un chico amable que busca el amor verdadero; Midnight Mark (Tom Wisdom), enigmático, apuesto y parco en palabras; Wee Small Hours Bob, especialista en programas de madrugada, música folk y drogas; Thick Kevin (Tom Brooke), el dueño del cerebro más diminuto conocido en la raza humana; On-The-Hour John (Will Adamsdale), el locutor de noticias; y Angus "The Nut" Nutsford (Rhys Darby), el hombre más pesado de Gran Bretaña.
El film cumplió alguna de las expectativas como por ejemplo no hacerme pensar, cosa que mis maltrechas neuronas, pocas, pero maltrechas sin duda agradecieron. Luego en lo de las risas, falló. Falló porque sólo pudo sacarme alguna sonrisilla y demasiadas veces me aburrió con su sentimentalismo teñido de rosa y sumamente apollardado (perdón por la palabra) a pesar de ser una comedia inglesa con un plantel espectacular y coral de actores donde destacan sobremanera: Bill Nighy, Philip Seymour Hoffman y Rhys Iffans, sin olvidarme del papel que hace Keneth Branagh que por cierto comparte película con su ex, Emma Thompson, aunque no comparten ni un solo fotograma. Al guión le falta de todo, sobretodo chistes, le falta ritmo, y al director y guionista Richar Curtis le falta algo de ingenio y de talento. Mr Curtis es el responsable a veces del guión, a veces de la dirección, y a veces de ambas cosas de muchas comedias exitosas británicas de los últimos tiempos que no buenas aunque si taquilleras como Notting Hill, Love actually, Bridget Jones, escribió muchos guiones para Mr. Bean y para The Black Adder, y la genial Four Weddings An A Funeral. Pero en “The Boat That Rocked” se queda en regulerismo. Al film, si es que los salva alguién, lo salvan los actores y la nostalgia por aquellos maravillosos años, pero sobretodo se salva por una banda sonora espectacular que consigue tapar las carencias de la enésima comedia británica de medio pelo.
Tranquil, que no ets l'únic que li passa.
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