Ryan Adams: Ashes & Fire (2011)

“Y no estaba muerto no, no y no estaba muerto no, no. Y no estaba muerto no, no. Estaba tomando cañas. Lerelele. Y no estaba muerto no, no.. Chevere, chevere, chévere!!!”. Ostias. Perdonad por la entrada del post pero esto es lo que comencé a cantar aprovechando que llevaba mi falda de topos con volantes incluidos, mis zapatos de tacón y mi clavel en el pelo después de escuchar el intimísimo último disco del enfant terrible del country rock americano al que yo daba por muerto, remuerto y enterrado después de encadenar discos insultantemente reguleros, llenos de caprichos de estrella engreída venida a menos del rock que enturbiaban una carrera con media docena de discos impepinables y para ser justos, auténticos cañonazos que no se los salta un galgo.

Vamos por partes. Yo soy un fiel seguidor de este pájaro desde los tiempos de Whiskeytown así que me parece a mí que quedo libre de toda sospecha. Mi coartada es convincente aunque mi único testigo es mi archienemigo Guzzest y en el estrado puede desacreditarme fácilmente y enviarme al trullo. El puto Ryan Adams me enamoró definitivamente con “Heartbreaker” y con “Gold”, básicos en cualquier colección musical. Con “Demolition” me dejó con la mosca detrás de la oreja pero se lo pasé pues al fin y al cabo me gustó bastante y aún hoy de tanto en cuanto lo rescato, no importaba, ya vendrían tiempos mejores pensé, hasta que llegó “Rock'N'Roll” y me quedé de pasta boniato. No es que el disco sea malo es que es un pastiche noventero que no venía a cuento. No es el Ryan que quiero, el que me gusta, el que deseo. No es my Ryan, me lo han cambiao!. Por otra lado “Love is Hell” sí me gustó, es más, me parece cojonudo. Ah! Y llegó el doble “Cold Roses” ya con The Cardinals que me devolvió la fe, un disco cojonudo en el que encontramos sin duda algunas de sus mejores composiciones, el mismo año entregó “Jacksonville City Nights” y monté una secta en su honor y para rematar aquel año “on fire” entregó “29” y …. destrempé. Y aquí empieza la cuesta abajo: “Easy tiger”, regulero. “Cardinology”, muy regulero. “III/IV” regulerísimo, esto lo digo por la cantidad de canciones innecesarias no porque no haya en el disco cancionacas, parece que le asesoró Calamaro a la hora de sacar el álbum, le dijo: “si tienes 97 canciones, pues las pones y punto aunque no estén acabadas ni nada”. No llegó a tal extremo pero sobran muchas. Si se hubiese quedado con una docena hubiese sido un disco más que aceptable pero es demasiado irregular. Y aunque en todos ellos siempre había canciones buenas y destacables parecía que el muchacho de Jacksonville, Carolina del Norte había perdido el norte (nunca mejor dicho), la inspiración e incluso el criterio.

Ryan Adams - “Ashes & Fire” (2011): 01.- Dirty Rain/ 02.- Ashes & Fire/ 03.- Come Home/ 04.- Rocks/ 05.- Do I Wait/ 06.- Chains of Love/ 07.- Invisible Riverside/ 08.- Save Me/ 09.- Kindness/ 10.- Lucky Now/ 11.- I Love You But I Don't Know What to Say.

Y entonces, este 2011 Ryan se remanga, se encierra en el estudio y decide guitarra en mano parir un disco íntimo, personal, acústico y sin exceso de producción. Lo hace porque los tiene bien puestos, su ego es descomunal al igual que su talento y tanta crítica negativa le toca los huevos. Así que parece decir, qué queréis? Un discazo? Pues venga aquí lo tenéis. Y lo es, vamos si lo es. Para la ocasión se deshace de The Cardinals y ficha para las segundas voces, coros y qué cojones, para alegrarse la vista a la hijísima de Ravi Shankar mayormente conocida como Norah Jones, a la que le pediría matrimonio si no estuviese ya casado. Empieza la cosa con una descomunal y otoñal “Dirty rain” que no me puede gustar más. Qué canción más bonica, sí, bonica del to. Simple pero efectiva, directa al corazón. A mí, con esta canción, ya me ha devuelto la fe en él pero no os penséis que esto es flor de un día porque la canción que da nombre al disco, “Ashes and fire” es la monda lironda. Al nivel de “Gold” como poco que ya es decir mucho. Tremendísima, como también lo es aunque por motivos diferentes “Come home”. Qué delicia, qué gusto, qué placer, qué alegría volver a escuchar a Ryan tan entonado, tan sensible, tan, tan…, tan con el corazón roto. Y qué segundas voces, qué preciosidad, qué delicadeza. Oro puro. Esto es sencillamente un inicio demoledor, de los que a mi me gustan, de los que me convencen a la primera. “Rocks” no baja el pistón, su melodía se me ha grabado en la cabeza y escucharla mientras la lluvia cae sobre ti es una delicia, un gustazo. “Do I wait” es tal vez la más radiable de todas las canciones del paquete, algo épica y porqué no decirlo, parece una canción por la que Bono mataría sin dudarlo, de la que podría apropiarse como ya hizo de “When the stars go blue”. Particularmente creo que “Chains of love” es una de las canciones del disco, suena a clásico instantáneo, suena familiar, suena fantástica. Ostias, no dejéis de escuchar este disco, es tremendo. Y la cosa es que cada vez que lo escucho me gusta más y más, me va ganando como hacía tiempo que el bueno de Ryan no conseguía. Sigue el embrujo con “Invisible riverside” y "Save me” que me derriten toa toa. Para la parte final se guarda varios ases en la manga, por un lado la melancólica “Kindness” y por otro “Lucky now” que francamente es insuperable siguiendo la tradición americana. Para finalizar el delicadísimo pianito de “I love you but i don’t what to say” nos envuelve calidamente el alma. Pues eso, Ryan, te seguimos amando aunque no sepamos muy bien que decirte cuando haces el panoli.