A finales de los sesenta no era nada fácil destacar a nivel musical. Hablamos seguramente de la época de mayor creatividad y magia a ambos lados del gran charco. En el Reino Unido proliferaban las bandas hacedoras de singles incendiarios, la psicodélia estaba allí pero también el movimiento mod bañado de soul negro, sin olvidarnos del blues y el rock'n'roll de toda la vida. Había un grupo formado por cuatro muchachotes de Liverpool que dominaba el cotarro de manera sublime. The Beatles, tal vez el grupo más grande que haya existido jamás de los jamases, transformaban en oro todo lo que tocaban y en 1968 tenían en su poder innumerables números uno. “Revolver” y “Sgt Pepper” habían dejado al personal con el culo al aire y el final estaba cerca pero antes, ese año, nos dejaron el grandioso “The White Album”. Casi ná. No os penséis que se llevaron el gato al agua tan fácilmente, fue un disco inabarcable con innumerables estilos distintos, con cada beatle por su lado y algún que otro colaborador de postín. El gato al agua se lo llevaron los Rolling Stones con su “Beggars Banquet”, ayudó un poco la misteriosa muerte de Brian Jones y su “Sympathy for the devil”, y es que los Stones siempre manejaron bien los tiempos, hasta se aprovechaban de la muerte de alguno de ellos.
Quienes nunca manejaron bien los tiempos fueron mis adorados Kinks que entregaron ese mismo año su preciosa obra maestra llamada “The village green preservation society”, incomprendida un poco entonces venerada hoy en día. Los Who, mi otro gran grupo de cabecera, estaban encerrados creando algo llamado “Tommy”, una ópera rock que llegaría un año más tarde. Pero no todo se quedaba ahí, ya digo que es un año sublime, por ejemplo Van Morrison entregaba el delicioso “Astral Weeks”, Jimi Hendrix su “Electric Ladyland”, The Band y The Byrds hacían lo propio con “Music from big pink” y “Sweetheart of the rodeo” respectivamente, mientras que Jeff Beck paría “Truth” y Simon & Garfunkel su “Bookends”. Ya digo, 1968 fue un año glorioso, hay más pero no me quiero hacer pesado. Ese año, hubo un disco espectacular que siempre se queda en la sombra, de uno de los mejores grupos de la época, con una pareja compositiva de lujo que no tenía nada que envidiar a Lennon/McCartney, Jagger/Richards o al mismísimo Ray Davies. Hablo de los enormes y esenciales Small Faces y de su maravilloso disco “Odgen's Nut Gone Flake”. Mientras Daltrey cantaba con su impostado acento americano los Kinks y los Small Faces reivindicaban su inglés cockney, orgullosos de la tradición pero sin obviar las nuevas modas.
La formación de Small Faces estaba formada por Steve Marriott a la voz y guitarra, Ronnie Lane al bajo, Ian McLagan a los teclados y Kenney Jones en la batería. Marriott era un animal del escenario, un cantante asombroso y un grandísimo guitarrista. Lane, era su contrapunto, el hombre rural inglés, divertido, cínico y genial. En 1968 los Small Faces estaban a puntito de disolverse, cada uno cogería caminos diferentes, Marriott en solitario y con sus Humble Pie y el resto reorganizándose en los increíbles Faces (otra de mis grandes bandas). Pero hablemos de “Odgen's Nut Gone Flake”, uno de mis veinticinco discos favoritos que desde su gloriosa e inolvidable portada me robó hace mucho tiempo el corazón. Cuentan los más viejos del lugar que la cajita del disco originalmente tenía forma redonda, de caja de tabaco, y era imposible colocarlo en las estanterías. Se creó una funda transparente para evitar eso pero la cosa casi fue peor pues (yo nunca lo he visto) contenía una especie de botón para cerrar la funda que machacaba el vinilo. Pero de nada sirve tener una portada genial, posiblemente una de las diez mejores de la historia, si el contenido no está a la altura, pero creédme si os digo que lo está. El disco, que estaba producido por Marriott y Lane, puede ser considerado un disco conceptual. Mientras en la cara A nos conducían por un cuento de hadas pisodélico en la B conocíamos las andanzas de Happiness Stan con la aportación en la narración del cómico británico Stanley Unwin.
La instrumental “Odgen's nut gone flake” abre la arrebatadora cara A, un tema descomunal que transporta nuestra mente a un mundo mágico y nos da la mano para llevarnos directamente a ese himno inglés que es “After glow of your love” que empieza perezosa pero acaba con la estupenda voz de Marriott en la cima del mundo, Kenny, no voy a negarlo está estupendísimo. Ian McLagan compone esa joya que es “Long agos and worlds apart”, con ese final tan inglés..., y llega “Rene”. Maravillosa. Juguetona y mística te embruja en un satiamén, con esos coros, esas cosicas que el señor Lane tan bien sabía hacer, y ese final negroide. Buff. Entonces la guitarraza de Marriott golpea y llega “Song of a baker”, una locura potentísima con todos los músicos en estado de gracia y un solo de guitarra de esos que se te quedan grabados en el cerebelo. Cierran con la popi “Lazy Sunday” que se da cierto toque kinkoide y que es un hit demoledor, una de las mejores canciones que uno podía escuchar ese año con aires de music hall, directa, sencilla..., una joya que cerraba perfectamente la cara A.
La segunda cara nos tenía reservada la historia de Happiness Stan narrada como dije por Stanley Unwin. Alternamos el cuento con las canciones, pero qué canciones. La primera de ellas, “Happiness Stan” es una maravilla que una vez me viene a la cabeza ya no se marcha en muchos días. Qué preciosidad de arreglos, mil capas de sonidos y melodías bien ligadas y presentadas. Luego llega el cañozano soul de “Rolling Over” con Marriott desatado y el piano totalmente desbocado. Una increíble pieza que te deja de pasta boniato. “The hungry intruder” vuelve al rollo de la canción que abría el disco pero con unos falsetes que escucharíamos meses mas tarde en el “Tommy” de Townshend. “The Journey” es todo un viaje, un buen viaje lisérgico que nos lleva a otra joya del disco, esa maravilla semifolki llamada “Mad John”. El disco lo cierra la divertida “Happydaystoytown”, que vuelve a sonar un poquito Kink con un Ronnie Lane en plan estelar.
“Odgen's nut gone flake” es uno de mis discos de cabecera, un disco mágico y único, que supura talento por todas partes con canciones geniales e inolvidables. Sin duda uno de los diez mejores discos de 1968 que se dice pronto.
01.- Ogdens' Nut Gone Flake/ 02.- Afterglow/ 03.- Long Agos And Worlds Apart/ 04.- Rene/ 05.- Song Of A Baker/ 06.- Lazy Sunday/ 07.- Happiness Stan/ 08.- Rollin' Over/ 09.- The Hungry Intruder/ 10.- The Journey/ 11.- Mad John/ 12.- Happy Days Toy Town
* post aparecido originalmente en "Exile: subterranean homesick magazine" por Nikochan
Alta cultura musical lo de este articulo. Bravo por recuperar a los clásicos
ResponderEliminar10 de 10 sin duda
ResponderEliminarEspléndida entrada, Niko, sobre tan glorioso álbum. Para mí son también esenciales los discos que la Velvet, los Zombies y los Beach Boys publican aquel año.
ResponderEliminarUn abrazo.
He estado muy inmerso estos días atrás con el disco anterior de Small Faces, "There Are But Four Small Faces" y, según lo oía una y otra vez, se acrecentaban en mí las ganas de ir inmediatamente al "Ogden´s...", al que tengo un poco olvidado. Esta magnífica entrada ya me ha hecho la boca agua. Voy a él de nuevo en breve.
ResponderEliminarSaludos,
JdG